Un socialista cree:
Que toda sociedad en la cual la búsqueda de beneficio sea el único regulador del sistema productivo está tan amenazada por una gran —quizá la más grande— catástrofe como la sociedad en la que el motivo del beneficio ha sido absolutamente eliminado de las fuerzas de producción-regulación. Existen buenas razones por las que la libertad de la actividad económica deba ser limitada por motivos de seguridad, por las que el dinero no deba producir automáticamente más dinero. Aún así, la limitación de la libertad debe ser denominada así, y no como una forma más alta de libertad.
Que es absurdo e hipócrita concluir que, simplemente porque una sociedad perfecta y pacifica sea imposible y toda forma de desigualdad que exista sea inevitable, se justifique cualquier forma de creación de beneficios. Esta clase de pesimismo antropológico conservador que lleva a la creencia asombrosa de que un impuesto progresivo sobre la renta es una abominación inhumana es tan sospechoso como ese tipo de optimismo histórico sobre el que se basó el Gulag.
Que la tendencia a reglar la economía a controles sociales importantes debe ser apoyada, aunque el precio a pagar sea una aumento de la burocracia. Tales controles deben, sin embargo, ser ejercidos desde una democracia representativa. Por este motivo es esencial planificar instituciones que sirvan de contrapeso a la amenaza que para la libertad supondría el crecimiento de estos mismos controles.
Concluye Kołakowski:
Tal como lo veo, este sistema de ideas reguladas no es auto-contradictorio. Y por lo tanto es posible ser un conservador-liberal-socialista. Esto equivale a decir que estas tres designaciones particulares no serán por mucho tiempo opciones excluyentes entre sí.